miércoles, 19 de septiembre de 2012

Amores que matan

Con todo respeto para "V" y más.

Una aureola casi negra que deambula por mi rostro,
hoy en un lugar distinto, pero por el mismo monstruo.
Esta vez fue sin motivos, gracias a un poco de alcohol.
A esta hora me persigo, es cuando cae el sol.

Ya son dos años que llevo amando intensamente.
Son tantos los perdones que terminan para siempre.
Flores como ofrenda que marchitan con la paz,
es querer atrapar una estrella que no cesa de fugaz.

Miento a mis padres y también a mis amigos.
No hay lugares para verdades si estoy sola conmigo..
y consigo.
Me dijo que cambiaría, que su cabeza estaba al revés.
Asentí pero sabía que no era la primera, ni sería la última vez.

La culpa fue mía. Tuvo toda la razón,
yo sé que él no quería, pero no hubo otra opción.
Pensé: "no va a pasar otra vez. Ya es parte del pasado."
El resultado salió al revés. 
Y ya lo ves, de mi cara no se ha borrado.

"Te amo, amor, pese a todos los problemitas.
Dale, gor!. Sabés que sos mi princesita."

El chasquido de su palma que se estampa en mi rostro.
La mano se fue cerrando hasta ser un puño tras otro y otro.
Una mano pesada a mi cabeza no curaba,
invirtió en pies y objetos para ver si me sanaba.
Manos suaves que maltrechan mis mejillas,
quisiera que sólo sirvan para abrazos y cosquillas.
El amor lo puede todo, hasta el infinito y mucho más.
No importa el modo, yo perdono, sea leve o la eternidad.

Lágrimas de amor se deslizan por mi cuello.
O es que son por el dolor?
suelo confundirme con ellos.

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Entre golpes y fluidos, mal-caricias y gemidos,
largos llantos y alaridos, fui de nuevo destrozada 
por un cobarde mal parido.
La historia se repetía, y de nuevo al siguiente día.
Yo vivía esa tragedia sin esperar que fuese mía.

Dijiste me querías, dijiste me adorabas,
lo hacías cuando reías y cuando me golpeabas.
Suplicabas y rogabas que te diera mi perdón,
me mirabas y llorabas, era ese tu mejor don.

Las flores se marchitan con el paso de los días,
mi flor se deshojó cuando te conocía.
Cada pétalo caído eran dos de mis heridas, 
los ojos corroídos y en mi llanto la maldita melodía.

El amor está en los puños del que dice ser mi dueño,
plasmados en mi cara los siento hasta en mis sueños.
Con mucha fuerza me empeño a que pase esta tormenta,
para ya no estar morada, y puede que tal vez algo contenta.

Las gotas que de mis ojos se desploman contra el suelo,
caen con la sangre que de mi boca brota sin consuelo.
Tengo un pañuelo blanco, que con el tiempo se hizo rozado,
limpia manchas color vino y así reluce lo morado.

Esa eterna pesadilla de cerillas encendidas,
magullando mis costillas 
aprehendida en una silla entre risas me humillas.
Y vuelvo a despertar..
con balbuceos y cosquillas mi nena me ha de confortar.

Mi dignidad en el armario y en mis manos un rosario. 
Tras dos años de calvario este mal no es necesario.
Caigo tarde en la cuenta, casi llegando a los treinta.
Me rematé y me puse en venta, escapé sin dar la renta.
Esperando a que mi beba pueda verme a los cuarenta.

Si te golpea no te quiere
porque él sabe que te hiere.
Eso no te lo mereces.
Tú no le perteneces.




(La primera parte de estas letras son del año pasado, hace una semana las volví a retomar. No me encuentro satisfecho con ellas, siento que le falta mucho, pero era hora que salieran.)

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